martes, 11 de diciembre de 2012

Es difícil volar cuando esperas la caída

Necesario es justo ese soplo de viento para que una pluma quebradiza a la vida,
vuele. 

sábado, 20 de octubre de 2012

Cambio amores de primavera por otoño

Creo que esta es la estación del amor, más incluso que primavera. Parece ser que con la llegada del frío necesitamos que alguien nos arrope, nos estruje, nos caliente. Además, sin duda, pienso que es el metro el lugar donde surgen los momentos más tiernos y especiales. Siempre que voy en él, encuentro parejas que se besan y se aprietan sin parar. Como si esa fuera su forma de demostrarse que no les influye todo aquello que les rodea.

Recuerdo como tú y yo nunca tuvimos esos impulsos de comernos con los labios rodeados del mundo. A ti y a mi nos servía con los ojos. A mi me valía contigo, con las suaves caricias en la palma de la mano mientras hablábamos, o los dulces besos en la espalda antes de que alguno de los dos se levantara de donde fuera que estuviéramos sentados.
Me valía contigo.

Quizá vuelva a comerme a alguien con los ojos.
Quizá sea yo quien ahora se bese en el metro.

Puede que me acuerde de ti.
Puede que no vuelva a necesitarte.

O si.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Porque yo soy desde que tú me miras

Me perfora con esa sonrisa... Acompañada de un hoyuelo y labios perfectamente marcados de un tono rosado que atrapa otras tímidas sonrisas que por vergüenza no quieren salir. Mirarla es como sentir que se rompe el mundo, como arrugar un papel hasta el punto máximo... hasta que ya no sirva. Podría observarla durante horas, sin retirar la vista un segundo.


Pero odio que sonría cuando yo no sé lo que significa, nunca lo sé, ni si quiera ahora...

lunes, 27 de agosto de 2012

¿Conoces esa sensación?



Y cuando al fin el hada parecía sujeta, volvió a desaparecer de sus manos.. como acostumbraba a hacer

jueves, 28 de junio de 2012

Porque los sueños viajan con el viento

Olor a lavanda. Eran casi palpables los recuerdos que acompañaban a ese olor tan típico. Se sentó en las escaleras un poco desvalijadas por los años, sintiendo como los escalofríos iban poniendo de punta cada bello de su piel. Aún podía sentirla. Marta nunca iba a desaparecer de su vida; aparecería siempre con ese olor, o cada vez que una ola rompiera en la arena, con la risa interminable de un niño, el sonido del piano, la luz tenue, las sábanas de seda, las fresas con chocolate, las fotos en blanco y negro, la música a media noche, el “buenos días princesa”..
Y en ese sótano oscuro y húmedo, lloró. Lloró como no lo había hecho desde que Marta se fue. En aquel llanto profundo podía sentirse como la tristeza sonaba fuerte, apoyada en la desesperación, luchando contra la impotencia de perder algo tan grande.

Tras horas de llantos y patadas al aire cargadas de rabia, pudo despertarse de aquel amargo sueño que le había absorbido. Y sintió como Marta estaba a su lado, abrazándole de esa manera tan dulce a la que acostumbraba, dejando ver sus mofletes repletos de pequitas a través de su pelo corto alborotado. Qué bueno era respirar ese olor a lavanda que desprendía la fragancia de su piel. ¡Dios mío, cuanto la quería! Una mirada de un segundo le hacía olvidarse de respirar. 

miércoles, 16 de mayo de 2012

La princesa que soñaba con imposibles

¡Pobre princesa! Estaba tan triste.. "No estés triste princesa, aquí también hay cosas divertidas. Podemos hacer todo lo que tú quieras." Le intentaba consolar siempre su fiel amiga la rana. Pero eso no era lo que quería la princesa. No quería torres, ni castillos, ni grandezas. Ella quería aquello que tras los barrotes de su pequeña ventana le hacía soñar cada noche. Quería aire, respirar el sabor a libertad y mancharse la piel con el barro del que hablan los cuentos prohibidos para princesas encerradas en torreones.

¡Pobre princesa! Lo deseaba tanto.. Ojalá alguien pudiera explicarle que nadie la había encerrado allí.. Que cumplir su sueño era tan simple como abrir la puerta de su torreón y salir a la calle. 

domingo, 15 de abril de 2012

Su salvación tiene nombre de mujer

Sonaban fuertes sus pasos sobre las escaleras. Quería mostrar seguridad. Javier lo había decidido: se iba. Se alejaba de toda aquella oscuridad, de esa vida que él no había elegido y en la que había terminado ahogado por intentar hacer feliz a todos los que le rodeaban, sin pensar un segundo en él. Pero la situación le superaba. “¿Cómo puedo vivir una vida vacía sin saber lo que son las sonrisas que salen del alma?”.  Y al fin, con 48 años, escapó. No se sentía mal, pues se lo había anunciado muchas veces a Marta, su mujer. Ella había diseñado un plan de vida para los dos en el que él nunca se había visto encajado.

Sólo se llevó su guitarra (esa que ya había cogido polvo de no utilizarla para no molestar a su mujer) y los ahorros de su cartilla personal, que no eran muchos, pero sí los suficientes como para atreverse a dejar la puerta de casa a sus espaldas. Justo lo necesario para ser feliz.

Vivió días muy intensos, viajando por los países que una vez de joven había apuntado en una lista, esa que había quedado igual de vacía que al principio. Vagó varios meses, tocando su guitarra en pasajes y durmiendo en hostales, incluso a veces en esquinas, sintiendo ese fuerte cosquilleo en el estómago al no saber que le depararía ese día.

Y en un pasaje cualquiera, precisamente uno de Ankara, conoció a una joven mujer que compartía su misma afición. Era de tez morena y ojos de un verde tan penetrante que llenaban con sólo verlos. Se llamaba Bárbara y pasó con ella las dos mejores noches de su vida. Javier supo en ese breve instante que ella era la mujer que tanto había esperado. Pero decidieron seguir su camino por separado, aceptando que si su destino era estar juntos, volverían a reencontrarse en otro pasaje cualquiera, de un país por conocer..

sábado, 3 de marzo de 2012

Escribo sobre tí desde hace mucho, incluso antes de conocerte

Sentí el roce de su mano de una forma diferente a todos los roces de mano que he sentido en mi vida.
“¿Me pasas la sal?” Me dijo, tocando dulcemente mi brazo. Era el hombre más impresionante que había conocido en mi vida. O mejor dicho, que había visto. Noté que en ese pequeño instante me había enamorado de él, y sólo tuve que desviar mi mirada una milésima de segundo a sus ojos para cerciorarme de que así era. Le pasé la sal. “Muchas gracias bella”, me dijo sonriendo, yéndose. Y me invadió con su energía. Una energía transmitida por su mano, sus ojos, su sonrisa y nada más. Una que jamás nadie me había transmitido y que me había hecho vibrar de felicidad.

Desde aquel día, extraño aquella sensación y me paso todas las tardes por el supermercado, confiando que con un poco de suerte pueda volver a encontrarme a aquel hombre de gabardina marrón, tímidas canas y sonrisa tan amplia y sincera que podría regalarle felicidad a todo aquel que la necesitara.


jueves, 16 de febrero de 2012

Me vende el reino de la alegría

¡Dios mío, cuánto la quise! A veces sentía que el corazón iba a escaparse de mi pecho. 

Volví a leer su mensaje. “Necesito abrazarte”, decía. Era precioso. “¿Precioso? ¡Pero si sólo son dos palabras!” solían decirme. “¡Pero qué dos palabras!”, pensaba yo. Nadie sabía lo que aquel mensaje quería decirme. Pero yo sí. Nuestra relación se basaba en abrazos. Abrazos de bienvenida, de despedida, de apoyo... Abrazos que decían “te echaré de menos” o “no quiero separarme de ti”. Incluso, “esta noche voy a hacerte el amor hasta el amanecer”.
 
Y ella necesita abrazarme. Y yo, claro. La abrazaría siempre. Es más, estaría con ella siempre. “¿Y por qué no estás con ella?” preguntareis. No es sencillo. Ha tenido que irse lejos, y yo no he podido correr detrás de sus pasos. Pero tranquilos, hay tiempo. Yo estaré aquí, sentado en el mismo sillón de cuero de siempre, fumándome un cigarrillo mientras preparo el trabajo de mañana, como cada día. Y el día en que ella vuelva, la abrazaré quinientas veces al día... ¡O mil si hace falta! 

¡Dios mío! Cuánto la quiero…

jueves, 26 de enero de 2012

Si la vida fuera otra

Son las 6. Las 6 de un tormentoso día. Fuertes, suenan las gotas chocando contra mi ventana. Lentas, pasan las horas. Si hoy no fuera hoy… ¿Dónde estaría? Quizá entrelazado tus pies con los míos, como tanto te gustaba. Quizá perdiéndome entre todas las tonalidades de tus ojos marrones. Quizá. Y sólo quizá. Si hoy no fuera hoy…

Pero hoy es hoy. Y son las 6. Las 6 de un tormentoso día.


domingo, 15 de enero de 2012

Anochecimos con la luna de Bombay

Me encanta sentirme así, dando tumbos al son de su guitarra. Toca una canción que dice “háblame, y a tu lado yo estaré”. No paro de bailar, notando cómo la arena mojada se cuela entre los dedos de mis pies. Sintiéndome viva, en un momento perfecto, único, lleno de todo, en el que sólo somos participes la guitarra y una pareja con tantas ganas de querernos como agua tiene el mar. Una extraña mezcla entre calma y nerviosismo, sensatez y locura… Un tremendo impulso de gritarle al mundo la felicidad que llevo dentro.

Un roce de mano. Un simple roce de su mano, podía transportarme a cualquier lugar. Es tan fácil soñar a su lado…

martes, 3 de enero de 2012

Tan simple como evaporarse de la vida

Siento nerviosismo en su mirada expectante buscando cada diez minutos el reloj, esperando que el tiempo pase cual estrella fugaz en un momento inesperado. ¿Qué estará pensando? ¿Qué historia le estará esperando fuera? Siempre he querido poder saber eso. 

 Me encanta viajar en autobús. Creo que es la manera más fácil en que las ideas toman su debido sitio, sobre todo en los viajes largos. Me siento liberada, lejos de cualquier problema, solamente existimos mi música y yo. También me encanta mirar a mi alrededor, a las personas que comparten conmigo ese viaje. Me gusta fijarme en sus caras, la forma cansada en que miran la ventana, o en que mascan nerviosos el chicle que ya no tiene sabor. Me imagino sus historias. Como el chico que está a mi derecha. Creo que tiene unos 28 años. Está continuamente pendiente de su pelo. No escucha música, se limita a mirar a un punto fijo del que solo desvía la mirada para comprobar que nadie lo ha reclamado a través del móvil. Creo que en la estación le estará esperando esa chica por la que hace tantos viajes y por la primera que, sin saber cómo, ha decidido probar aquello que llaman “amor a distancia”. O la mujer que está delante, de unos 50 años, deseosa de que al fin el autobús pare. Se dirige a una cena de viejos amigos después de años sin verlos. 
¿Y yo? ¿Quién soy? ¿Hacia dónde me dirijo? Quizá alguien esté imaginando mi vida. Puede que piense que voy a visitar a una amiga, o tal vez a un chico. También es posible que piense que vuelvo a casa después de estar estudiando en la universidad. Ninguno dará con mi caso. Ni si quiera yo daría con él. Sólo sé que me dirijo a un nuevo lugar donde exista un aire tan fácil de respirar que cure cualquier cicatriz que el pasado dejó marcada en mi piel.