¡Pobre princesa! Estaba tan triste.. "No estés triste princesa, aquí también hay cosas divertidas. Podemos hacer todo lo que tú quieras." Le intentaba consolar siempre su fiel amiga la rana. Pero eso no era lo que quería la princesa. No quería torres, ni castillos, ni grandezas. Ella quería aquello que tras los barrotes de su pequeña ventana le hacía soñar cada noche. Quería aire, respirar el sabor a libertad y mancharse la piel con el barro del que hablan los cuentos prohibidos para princesas encerradas en torreones.