Al fin hoy me decido a escribirte. Sé que esto no hará que nuestros desagradables encontronazos desaparezcan, pero quizá pueda localizarte y así intentar evitarlos.
Todo el mundo se ha topado contigo alguna vez, es algo normal, y lo mío hasta hace poco también lo era. A veces te encontraba en mi cama, después de ver una película de terror, después de una pesadilla o en una noche de tormenta. Quizá alguna vez más pudimos chocarnos, pero podía superarte. Sin embargo, tus visitas han ido aumentando a lo largo de los años y ahora me tropiezo contigo constantemente. Sinceramente, estoy empezando a preocuparme, ya que pasas por encima de mí como un huracán y lo destruyes todo. Apareces antes de un examen, haciéndome creer que no voy a superarlo, pero ni si quiera te conformas con eso; apareces en todas y cada una de mis expectativas de futuro. Intento luchar contra ti, pero en ocasiones eres mucho más fuerte que yo y desmontas todo aquello que yo había colocado con anterioridad. Admito que me cansas y me creas debilidades, sobre todo inseguridad en mí misma, pero también te prometo que lucharé contra ti hasta que te venza. Y cuando sienta que puedo contigo y vuelva a encontrarte en mi camino, ten por seguro que no volveré a dejar que me crees más barreras. Te miraré a los ojos con seguridad y te diré: “Miedo, a partir de hoy serás tú quien pierda las batallas”. Puede que incluso agradezca tus apariciones, no estoy segura. Lo único que sé es que no vas a debilitarme una vez más.